Desde los primeros siglos de la Iglesia, el papel de asistir en el altar se consideraba un deber sagrado, a menudo llevado a cabo por quienes se preparaban para el sacerdocio. Con el tiempo, esta responsabilidad se extendió a los fieles—especialmente a los jóvenes—invitándolos a participar del misterio de la Misa de una manera única y profunda.

Hoy en día, los Monaguillos tienen el privilegio de servir en la Mesa del Señor, ayudando al sacerdote y al diácono durante el Santo Sacrificio de la Misa y otras celebraciones litúrgicas. Con reverencia y precisión, llevan la Cruz, manejan los vasos sagrados y asisten en la preparación del altar, convirtiéndose silenciosamente en instrumentos de gracia que apoyan la obra más santa de la Iglesia.

Más que una tarea, este ministerio es un llamado. Profundiza la comprensión de la liturgia, nutre el sentido de vocación y fomenta la disciplina, la humildad y el amor por Cristo y su Iglesia. Los Monaguillos son testigos directos de la belleza del culto católico, estando cerca del misterio de la Eucaristía y atrayendo a otros a una mayor reverencia mediante su servicio fiel.