Desde las primeras reuniones de los cristianos, la música sagrada ha desempeñado un papel central en la adoración. Esta tradición tiene sus raíces en los Salmos del Rey David, cantados en el Templo, y continúa a través de la rica historia del canto gregoriano, la polifonía y los himnos que han elevado corazones a Dios a lo largo de los siglos.

El Ministerio del Coro no existe simplemente para interpretar música, sino para orar a través de ella—para guiar a la congregación a elevar sus voces con unidad, belleza y reverencia. Al proclamar la Palabra de Dios en canto y realzar la atmósfera sagrada de la liturgia, los miembros del coro ayudan a los fieles a encontrarse con lo divino.

Este ministerio es una expresión vital de la vida y misión de la Iglesia. Inspira devoción, fortalece a la comunidad y abre el alma a la gracia por medio del poder del sonido sagrado. Quienes sirven en el coro ofrecen más que talento—ofrecen su corazón, convirtiéndose en instrumentos del Espíritu Santo que dan voz a la oración de toda la Iglesia.