La tradición de la hospitalidad en la Casa de Dios se remonta a las primeras comunidades cristianas, donde recibir al forastero y organizar a los fieles se consideraban actos de caridad y orden. Con el tiempo, este espíritu de servicio se desarrolló en el ministerio de los ujieres—quienes dan la bienvenida, guían y cuidan a la asamblea durante la liturgia.

Los Ujieres son los primeros rostros que muchas personas ven al entrar a la iglesia. Con calidez y atención, dan la bienvenida a feligreses y visitantes, ayudan con el acomodo, facilitan el ofertorio y mantienen un ambiente reverente y sereno durante la Misa. En momentos de emergencia o necesidad, responden con calma y compasión.

Más que un papel logístico, este ministerio es un testimonio silencioso y una presencia amorosa. Los ujieres encarnan la hospitalidad del mismo Cristo, quien recibe a cada persona con dignidad y alegría. Su servicio ayuda a crear un espacio sagrado donde todos pueden orar, adorar y encontrarse con Dios en comunidad.